BIT A CORE FRAGMENTS (homenaje a mis orígenes antípodas)





Detonantes de esta entrada:

el interés de la pantera Esther por esas primeras cosas que publiqué en el 76 cuando era miembro del Equipo Antípoda

y el chocante encuentro con el cuento unamuniano titulado LA LOCURA DEL DOCTOR MONTARCO.





Iba sound/ámbulo por la calle de San Ananías cuando, en un recodo que hacía chaflán, me topé con un flyer adocenadamente adherido al muro musgoso. Se anunciaba la inminente aparición de BRAZUELOS Y MUSLAKOS, fanzine elaborado por una cofradía de forofos de los momentos más rijosos de LA TEMPESTAD (esas digresiones de Prada en torno a las falsas delgadas, digresiones redentoras en parte de tan pestiñosa obra), y la cosa se presentaría en el cabaré WRWR con la presencia de la gafosa y mollar Fe Da Vida y su combo Los Sphinters. El frío del callejón me empezaba a taladrar cual agonía sawática redactada por Valle y, presintiendo un pronto despertar con ganas de pipí (y por evitar se me crionizase el meao en la punta -que habría dicho el simpsoniano y psicotrópico chófer de nombre capicúa-), me devolví al lecho, entre los pliegues de una mantis con ínfulas de edredón.






Tras ser abatido King Kong de las alturas de su pináculo por los mosquitos de la corrección política, su medio pariente Mary abandonó la presidencia de la III Convención Global de Drag Queens Hirsutas para ocupar su lugar aferrada a la antena más elevada de la urbe (¿y quizás del orbe?). El ministro de Interiores y Entresijos la acusó de delito de deserción y sabotage de ¿orgullos? para, tras destronarla de su cargo (cargo que -con el desparpajo de un Adam West, el alcalde de Quahog cuya gestión anómala le había inspirado y animado a entrar en tareas políticas- decidió detentar "en funciones" hasta una próxima investidura), declararle la guerra sin cuartel. Mary, fiel al apellido Kong, no se apeaba de sus estilizadas cumbres y (entre juguetonas lágrimas y tomatosa sangre falsa -marca Orlando, se presupone-) fue derribando a manotazos titanoides las nuevas oleadas de avioncillos que la hostigaban sin pausa aparente. Los transeúntes hormigas se paraban y miraban hacia arriba sobrecogidos gritando (en previsible asociación paranoico/crítica de eventos en azoteas) "GET BAAACK, GET BAAAACK...".








Sólo en mis sueños. En Reina Victoria, equidistante de sitios varios que he pisado alguna vez, como aquel gimnasio al que (acabada la jornada escolar en el colegio de los Capuchinos) acompañábamos a Jose Angel a sus sesiones vespertinas de natación allá por el 72, o como la tiendecita de discos donde (junto con Juan Luis y los hermanos Entrena) descubrí el lp de Mina con la manzana (el que contiene LE FARFALLE DELLA NOTTE, ALFIE y CAPIRO, entre otras) allá por el 79, o como el Registro en donde suelo entregar documentos relacionados con movidas en mi inmueble, o como el cine donde allá por 2007 vi con Casilda una película de cuyo título no logro acordarme aunque sí de que no nos gustó nada (redimimos nuestra decepción con una copiosa ingesta en el bar de al lado y allí me comentó que cerca vivía una prima suya, la zahorí de contenedores de basura). El lugar tiene una entrada amplia y cuesta abajo, como de garage, y consta de tres espacios, un laberinto de locales de ensayo, un estudio de grabación y una discoteca: soñando que nos perdíamos por el laberinto en busca del local más adecuado para alquilar, los PARAISO nos adentrábamos hacia ignotas profundidades y descubríamos espacios primordiales, húmedos y mohosos (los primeros locales que se abrieron en tiempo inmemorial), y nos enfrentábamos a ratas gigantes de aspecto humanoide que alguna vez fueron músicos (con ecos de cierto cuento de Stephen King); soñando con el estudio, allí ¿grabé? un maxi de LA MODE que constaba de una sola canción remezclada dos veces más para la cara b y que llevaba en su título la palabra NOCHE (la cosa fue tan real -y recurrente, pues en mis sueños reaparece de vez en cuando- que hasta que no estoy plenamente despierto no me doy cuenta de que tal suceso no encaja en ningún momento de mi historia vigil); y, en cuanto a la discoteca, he soñado en varias ocasiones con ese espacio y la más bizarra fue cuando LA RULETA CHINA pretendió hablar con el dueño (una especie de gangster/promotor rockero como sacado de un episodio del EQUIPO A) para una posible actuación y se provocó un temblor (no sabíamos si terremoto, derrumbamiento de una casa cercana o choque de camiones) y, arrastrados por la avalancha de personal empavorecido, salimos no a Reina Victoria sino a la Gran Vía esquina Callao (por donde el cine Capitol). Antes de soñar con tal lugar, lo hacía frecuentemente con un cine de arquitectura frondosamente gaudiana ¿sito? en Tirso de Molina: pero, desde mi primer descenso al peculiar Averno de Reina Victoria, no me queda más que el recuerdo de haber soñado con dicho cine, sin más incursiones por esa versión alternativa de la plaza del Progreso (que mayormente recorrí cuando era asiduo visitante del Rastro, allá por los 70).