“ANTIFASCISMO” / “FASCISMO”:

LA VIEJA ARGUCIA DE LA BURGUESÍA

Y DE SU APARATO POLICIACO-INFORMATIVO

 

[Brevísima advertencia para mariliendres bienpensantes

y toque de corneta para alumbrados]

 

por Takla Makan

 

Enfrentar a los llamados “extremos ideológicos” para desangrarlos (a veces literalmente) es, en efecto, una vieja argucia de reconocida eficacia cuando se persiguen, básicamente, tres objetivos: disponer de una barata y siempre fiel cabaña de potenciales chivos expiatorios cuyos “desmanes” justifiquen ulteriores campañas mediático-policiales de control/represión; atraer hacia esos grupos a individuos de conductas muy concretas con el fin de infiltrarlos y dirigirlos y, por último, en coyunturas determinadas, utilizarlos como “elemento precipitante” cara a conseguir la cohesión de las masas “moderadas” y “sensatas” bajo las banderías oficiales del tinglado democrático.

Todo esto en líneas muy generales. Sin embargo, en España median factores muy específicos que convendría no perder de vista y tener muy en cuenta porque son claves a la hora de descubrir posibles pautas –o incluso modelos claros- en la cíclica efervescencia de esos “botellones” de tontos útiles, confidentes policiales y agitadores profesionales de inquietante talento para la bilocación ideológica.

Atendiendo a esos factores y habiendo observado a lo largo de diferentes épocas este astutísimo juego de amagos, fintas, señuelos, anzuelos bien cebados y otras maniobras de parecido jaez, creemos haber descubierto si no un modelo claro, sí, en cambio, una repetición secuencial (multisecuencial, más bien); por todo ello tenemos la impresión de que podríamos encontrarnos (o podríamos estarlo en breve) ante uno de esos procesos de reajuste que el orden democrático (variante “progresista” o liberal/radical, que esto es lo de menos…) inicia cuando detecta que se están produciendo o pudieran producirse determinado tipo de microtransformaciones en sectores potencialmente peligrosos susceptibles de crear por reverberación –en un futuro- estados de opinión no gestionables” 

 

Desarrollaremos todo esto en la medida de nuestras posibilidades –y hasta donde consideremos prudente y necesario- en otro momento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Bajo ninguna circunstancia debemos olvidar que nos referimos a un “estado de opinión” de alto rango cualitativo, esto es, sustentado en experiencias transmutadoras irreversibles y por tanto indestructibles. Aquí, en el orden de cosas sobre el que tratamos, la importancia cuantitativa carece de la más mínima trascendencia.