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Por estos lares las porras se llaman jeringos.
Los hacían en puestos los churreros en sus puestos —bien típico de la plaza
de abastos y mercaíllo—.
Los churros no se veían demasiado. Los jeringos —o
tejeringos como los conocían en Granada— eran cosa de día de fiesta, de hacer
cola y de oler a fritanga. Antes, en vez de hacer esas enormes espirales y
cortarlas con tijeras, los hacían más o menos circulares, cerrándolos y te
los vendían metidos en un junco recogido del río. Y te ibas tan contento a
casa con la ristra de exquisitos jeringos
ensartados es una varilla verde. Era por así decirlo una delicatesen de fuera
de casa. Como los japoneses con el sushi. Lo que
realmente se hacía y se hace en los hogares para grandes desayunos y
meriendas hardcores son las sopaipas. Este término,
muy exótico según quien lo oiga, se llama en otros sitios —lo oí a gente de
Cádiz por primera vez— masa o maza
frita dependiendo del acento del interfecto. Parece ser que la palabreja
viene directamente del árabe, y que significa eso mismo, masa frita. Lo acabo
de leer en una web de Gallina Blanca en una receta de Arguiñano,
a la que llama Sopaipas de mi Córdoba querida, pudiendo ver que es una
producto que por ahí asocian a Córdoba y por extensión a Andalucía. Es lo
ideal para mojar en chocolate, al menos para mí, pero siento decir que ya no
juego yo en estas ligas. Primero porque soy más de desayunos salados;
segundo, porque en las sopaipas, más aún que en las patatas esas que
anuncian, no puedes comer solo una, y son muy, muy, muy pesadas. Son muy
típicas las reuniones para hacer sopaipadas a media
tarde y socorridas en cumpleaños. Se hacen también en las fiestas populares. La
receta es bien sencilla. Se la pregunté ayer a mi tía cuando se me ocurrió
hablar de estos alimentos hipercalóricos —he mirado en internete
más o menos la proporción por si andan mal de ojímetro—. Se necesitan: Dos partes de harina Se
calienta el agua con la sal y el aceite. En un lebrillo, se pone la harina
con su sobrecillo de levadura o su pizca de
bicarbonato. Se va agregando el agua y vamos moviendo hasta que se forme una
masa que ya no se pegue a las paredes del receptáculo. Una vez tengamos como
una pelota de masa, la ponemos en una superficie plana y amasamos. Dejamos reposar
un tiempo la mezcla para que aumente de tamaño. Ponemos otra vez en la
superficie y le damos con el rodillo de cocina —o con lo que tengan— hasta
dejarla fina. Luego se corta con un cuchillo formando rectángulos o
triángulos. Se calienta aceite en la sartén y se fríen por ambas caras hasta
que se doren, sin que se tuesten. Se pujan bastante, creando burbujas de aire
muy caliente en su interior. Dependiendo de como de
fina dejemos la capa alisada y del tiempo de fritura tendremos desde sopaipas
gorditas y muy blancas hasta el extremo opuesto, muy finas y muy hechas para
quien guste del crujiente. Hay otra variante y es echarle anís verde o
matalahúga —o como decimos aquí matalauva, que es aceptado matalahúva—, dejando en remojo
la noche de antes los granitos en el agua que posteriormente se utilizará
para hacer la masa. Se
toman, como he dicho, con chocolate a la taza, con azúcar y algunos las toman
con miel. A la vejez he descubierto que una forma de comerlas que me
indignaba de pequeño es una maravilla. Comerlas de fiambre, una vez frías y
un poco rellovidas. Es como comer pan élfico, se lo aseguro. Consejo: la masa de las sopaipas una vez amasada resiste la congelación
perfectamente, por lo que hagan de más para comerlas sin llenarse de harina. |
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De pequeños —y no tan pequeños— nos las hacía mi
abuela Rosa. Era una de sus comidas para nietos, como el arroz, el salmorejo,
pollo en salsa o la pechuga rebozada, siendo esta última hermana de esta
receta de desayuno fuerte. Las mamuecas no
necesitan tanta preparación y previsión como las sopaipas. Llamadas en otros
lugares papuecas, pero también en el sur, pues he
encontrado referencias en Algarinejo y otros
pueblos de Granada, Priego de Córdoba y algunos pueblos de Jaén. Los granaínos se las atribuyen —se lo doy por válido por ser
el último reino moro y estos postres no dejan de ser herencia árabe—. Para hacerlas necesitamos: Un cuarto de harina Se batir el huevo —si es de campo mejorcísimo—, añadir el agua y mezclar bien. La sal, pero
sin pasarse que es un dulce. Vamos añadiendo la harina poco a poco y batiendo
para que no salgan grumos hasta conseguir una masa semilíquida. Calentamos el
aceite a fuego alto. Para comprobar si está ya caliente hacemos una prueba.
Cuando la masa esté ya de una forma que nos guste procedemos con lo demás.
Como es una textura muy ligera se vierte en el aceite con un cazo. Y vamos
formando caprichosas formas. Después se comen con azúcar. Jamás las comí con
chocolate en vida de mi abuela, porque ella no gastaba de eso —bebía té rojo,
sucedáneos de café de cebada malteada y achicoria, y poco más—, pero también
se puede claro. La miel, a quien le guste también le va muy bien. He visto en
algunos sitios que le echan leche a la masa. De hecho, con leche sería muy
parecido al mejunje en donde se mojan las hojas de limonero para hacer
exquisitos paparajotes, obra murciana sublime en los postres fritos por su
sutileza cítrica. |
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Una variante no dulce en esta ocasión son las
tortillitas de San José, platillo para niños delicados y amantes de los
fritos caseros. Yo las he comido pocas veces en mi infancia, pero en mi casa
ahora que hay un niño pequeño pues mi madre se las hace y pillamos a veces. Por
todas las búsquedas que he hecho parece indicar que es una receta típica del
sur de España y más en concreto Córdoba como provincia de referencia. Son fáciles de hacer. Necesitamos: Miga de pan de ayer —he visto en
algunos sitios pan rallado pero no creo que tenga el mismo efecto—. |
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Fotos del Ríncon de Afi Se echan las
migas de pan en un cacharro y se le añade el perejil y el ajo. Después el
huevo y se hace como un pasta que es fácilmente manejable con dos cucharas o
con las manos. Se pueden hacer un poquito planas, con forma de croqueta o
redondas directamente. Calentamos el aceite y las freímos. En las famosas y
sabrosas tortillitas de camarones no se utiliza miga de pan huevo, sino
harina de trigo y de garbanzo y agua, porque ha de ser una mezcla mucho más
fluida. Aparte de
comerlas solas, también pueden ir incorporadas a platos de cuchara como las
albóndigas, aunque eso no lo he comido yo nunca, aunque mi tía me decía que
se hacían en salsa. He encontrado por aquí estas tortitas en platos de
bacalao, potajes de vigilia, en salsa, con tomate frito y porque he parado,
supongo. La salsa típica con la que se hace por aquí es la amarilla. Os dejo
por aquí un
link. |
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Bueno, ya paro. Son platos baratos y que llenan.
He sufrido bastante escribiendo e indagando por ahí porque estoy en dieta sin
hidratos y la boca se hace agua solo ya de pensar en miga de pan. La sopaipa
es mi preferida entre estas fritangas deluxe. Y hay
que tener en cuenta que si los productos son de una calidad aceptable y se
fríen en buenos aceites sin abrasar, bien escurridos, no dejan de ser productos
sanos que, con moderación, forman parten de esa pequeña falacia que significa
la dieta mediterránea. |
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