Pequeño Lord apareció en verano en nuestra casa de campo. El primer nombre que tuvo fue Motorista. Al día siguiente fue Milady. El que bautizaba era mi sobrino de 3 años, de ahí la arbitrariedad manifiesta de llamar al gato como gata.

 


Pequeño Lord fue abandonado. Había sido criado en una casa y lo dejaron en un sitio con gente para que no muriese de hambre. Los mamarrachos que lo hicieron acertaron sin saberlo.

 


Pequeño Lord estaba bien con la gente y buscaba el interior de la cochera. La cochera fue casa de carros en su origen. Hoy es un gran salón que da paso a habitaciones donde zumba un arcón frigorífico en mitad de la noche.

 

 


Pequeño Lord sufrió su primera tormenta. Fuimos al rescate mi madre, mi padre y yo. Había mucha agua como en toda refriega torrencial. Se subió a un seto que da flores rosas hasta que lo encontramos empapado y temblando.

 


Pequeño Lord un día apareció muy cojo. Creíamos que lo había pillado un coche. Tenía un dolor terrible y no quiso comer. Mi madre lo sabía y no nos los quiso decir en una cena de las pocas que hemos hecho este año.

 


Pequeño Lord se vino a vivir conmigo a pesar de tenerle yo una alergia bastante severa. No lo había tocado desde que era muy pequeño. Enseguida se hizo a la vida cartuja de la imprenta.

 


Pequeño Lord tenía la cabeza del fémur necrosada. Tenía un dolor paralizante. Tuvo que ser operado en Córdoba en el hospital.

 

 


Pequeño Lord es un gato muy serio y sieso. Pero todos insistieron en el hospital en lo bueno y dócil que es para los asuntos médicos. Volvió a casa como si nada y ya casi ni cojea, y eso que no permitió que le pusiera la isabelina.

 

 



Pequeño Lord es al ser que veré casi todos los días hasta el día en el que alguno de los dos se muera. No sé quién irá primero. Afortunadamente lo amo profundamente y él a mí, pues me tolera y me busca en busca de caricias. Ya es algo que no he tenido casi nunca en mi vida preminina.