Desde que me he puesto a reducir
volumen corporal he tenido que adaptarme al medio culinario desde una nueva
perspectiva. Hay algunas cosas que me he tenido que ingeniar para poder disfrutar
con la comida y respetar los horarios —que no de comida, sino de tipo de
alimento—. A partir de las 6 de la tarde están prohibidos los lácteos, la fruta
y los hidratos de carbono, por lo que las cosas verdes crudas y las verduras
nocturnas han aparecido de la manera más tonta, tratando siempre llenar el
buche y no pasarme la noche viendo “la procesión de los Santos”, término
atávico de mi pueblo —no sé si de alguna parte más— para indicar eso de
acostarse sin comer, muy vivido en esta zona hace unas décadas.
El aliño de lo verde:
toques cítricos y picantes
Compren ustedes verduras de hoja para comer cruda, ya sean de
bolsa o del mercado. Para reducir sal utilizamos un mejunje de la siguiente
forma: en un vaso, estrujar medio limón grandecito —o uno chiquitillo—, a lo
que se añade o bien media cucharilla de café con mostaza antigua o bien un poco
de vinagre balsámico de ese que viene en crema —poco, pues tiene azúcar—. Para
acabar un chorrito de aceite y se bate todo con el tenedor como si fuese un
huevo para tortilla. Una vez mezclado se vierte sobre las lechugas, canónigos,
brotes de acelga, rúcula y esas cosas. Mezclar sin derramar demasiado. Si le
van los sabores cítricos, este es su aliño.
El sustituto de la
pasta: tallarines de calabacín
La penúltima vez que estuvo mi gran amiga Ster
Miau por aquí se trajo cacharros para sus comidas sanas. Me hizo quedarme con
el spirelli. Este simpar mecanismo de corte es como
un sacapuntas con dos diámetros diferentes de hacer tallarines de verdura,
porque eso es lo que se obtiene con el cacharro este. Les explicaré la receta
más típica que suelo hacer. La versión más laboriosa es hacer un sofritito con una cebolla, un par de tomates y algo de
carne o fiambres de pavo —pechuga normalmente—. Dejar que poche bien y nos
ponemos a sacarle punta al calabacín —si se hacen los más gorditos se pueden
conseguir contraste de crujiente más interesantes—. Son mejores los calabacines
más delgados para que el cacharro funcione fetén. Una vez terminados, dejamos
las largas fibras reservadas hasta que la salsa se haga. No le echamos
demasiado líquido, ya que los tallarines de verdura sueltan bastante agua.
Cuando se introducen en la olla o sartén, se remueven con la salsa y se deja a
fuego lento unos minutos, esperando a que el agua que suelte se evapore. Si les
gustan muy crujientes, denle un golpe de calor de dos minutos y listo. Se
pueden hacer con champiñones y pechugas de pollo y sale muy rico también.
Una cosa muy antigua:
Mame Coleslaw
No es la primera vez que hago dietas, claro, aunque yo no
llamaría a lo que hago dieta, sino hábito. Pues bien, en unas de esas
ocasiones, cuando aún estaba en Granada, fuimos a hacer un picnic a la Fuente
del Avellano y se me ocurrió algo para llevar en tupper,
ya que en aquella época tenía restringidísimo el pan. Lo que hice es coger una
col lombarda y cortarla en juliana. Añadí cebolla tierna picada, huevo duro,
trozos de pechuga de pollo fritos y un vinagre especial de esos que tenían
jamón, queso o cualquier cosa, y aceite de oliva virgen extra. Es un plato
ideal para hacerlo y llevárselo por ahí, pues la col en pocas horas no se pone
pocha.
La col lombarda también puede aliñarse solamente con el
mejunje de antes, haciendo que esta se decolore un poco por el ácido, con un
simpático efecto. Sobre todo echar aún más mostaza.
Y bueno, poco más decir por ahora. En mi cocinita mágica iré
inventando nuevas cosas y trucos, y cuando tenga unos cuantos más, por aquí les
mantendré al día.